martes, 24 de junio de 2014

Más sobre Los niños perdidos

La Trilogía (Atra bilis) a la que pertenece Los niños perdidos forma parte de la memoria histórica. Esta es necesaria "ya que las cosas han ocurrido, es conveniente tenerlas en cuenta...así de elemental". Esta afirmación solo es un adelanto de la presentación de dichas obras, que han sufrido el duro golpe de la censura, tema explicado por la autora Laila Ripoll en el siguiente vídeo:


Los Niños Perdidos

Esta obra de Laila Ripoll forma parte de la “Trilogía de la memoria”: Atra bilis, Los niños perdidos y Santa Perpetua. Dicha obra se ambienta en la España de los años 40 y 50, por tanto, en el final de la Guerra Civil y la posguerra. En ella, la autora nos quiere transmitir la realidad que se vivía en el momento, pero lo hace a través de la mirada inocente de unos niños. Estos son hijos de los perdedores de la guerra, niños que se encontraban abandonados, huérfanos o cuyos padres estaban presos o fusilados.


Los protagonistas de la obra son: Cucachica, Marqués, Lázaro y Tuso. Ellos representan a aquellos niños de la posguerra que tuvieron que pagar las consecuencias de la tragedia y que debían seguir adelante sin ningún apoyo, ni familiar ni social. Pues, era la sociedad misma la que se encargó de que estos pequeños se sintiesen la escoria del país, solamente por ser familiares de republicanos y por no ser capaces de entender qué estaba pasando.

Se trata de una situación tremendamente injusta, ya que estos cuatro niños malvivían encerrados en un desván, malnutridos y aislados del exterior. El único contacto que tenían era la visita de una monja que les llevaba algo de comida putrefacta y la que los maltrataba hasta acabar con sus vidas. La entrada de la monja producía un tremendo terror; en ese desván ella era la representación del régimen dictatorial, figura máxima del poder y a quien debían de respetar, o atenerse a las consecuencias.


Las consecuencias no podían ser otras que la violencia desproporcionada a unos chicos indefensos que no podían rebelarse ni escapar. Caracterizados por el miedo continuo y por la esperanza de que sus padres los rescatasen de allí y así acabar con ese infierno que no les dejaba vivir una infancia normal.

CUCACHICA  Me acuerdo de mi mamá y me hago pis, me acuerdo de mi tía Mariló y también, me acuerdo de la enfermería de la cárcel y me meo del todo, me acuerdo de la celda donde estaba mi mamá con muchas más y ya ni te cuento. Y si pienso en cosas de ahora, pues mucho peor, porque ya no está mi mamá para cogerme en brazos y darme un beso.

La influencia de la Dictadura y de la Iglesia se refleja en los niños constantemente pero de forma inconsciente. Los comentarios de los pequeños, el instinto de supervivencia,  las canciones… son pruebas del poder que ejercen estas dos grandes fuerzas sobre ellos; aunque su inocencia no les deje ver del todo hasta qué punto les va a marcar en su futuro:

LÁZARO  ¡Cuca! ¡Cucachica!
MARQUÉS  No le llames, déjale, que espabile el meón ése.
LÁZARO  ¡Cucachica! ¿Dónde te has metido?
MARQUÉS  No le llames, que si aparece vamos a tocar a menos
LÁZARO   ¡Como sigas comiendo te parto las patas!


TUSO  Alabado sea el Santísimo
            Sacramento del altar
            Y de la Virgen concebida
            Sin pecado original.


LÁZARO y MARQUÉS  Mis camaradas
fueron a luchar,
el gesto alegre
y firme el ademán.
La vida a España
dieron al morir;
hoy grande y
libre nace para mí.

Estos niños no se dan cuenta de que están muertos hasta el final de la historia. Parece paradójico que durante su corta vida hayan perdido tanto, y en el  momento en el que pierden la vida ya no son conscientes de ello, parece no tener más importancia. Cuando se enteran de su situación la reacción no es de miedo, sino confusión. El miedo aparecía cuando debían soportar las palizas y los golpes, pero una vez que saben que están muertos, solo se sienten confundidos por un momento. La muerte para ellos significa la libertad. Es el momento de salir del desván, de la imaginación de Tuso y deshacerse de una vida trágica.

LÁZARO  ¿No te das cuenta? Sólo existimos en su memoria.
CUCA  ¿De verdad?
LÁZARO  De verdad
CUCA  Pues entonces ya no tengo miedo
MARQUÉS  Yo tampoco, los fantasmas no existen
LÁZARO Entonces ¿tú qué eres, melón?
CUCA  A lo mejor, hasta podemos salir y dar un susto a las cocineras…


Bibliografía: RIPOLL Laila, Los niños perdidos, Introducción de Francisca Vilches de Frutos, Ediciones KRK A Escena, Oviedo 2010

Más sobre La paz perpetua

El material mostrado aquí nos servirá para acercarnos todo lo posible a la obra teatral La paz perpetua. Destinado a todos aquellos que la hemos leído pero no hemos podido disfrutar de su representación.


Juan Mayorga: "La capacidad que podamos tener para pensar que las cosas puedan ser de otra manera es el nervio mismo de nuestra vida moral, política y de nuestra vida en general (...) La no resignación frente a los hechos (...) es una capacidad infinitamente útil y urgente"

La Paz Perpetua

La paz perpetua de Juan Mayorga trata el tema de la violencia y del terrorismo desde una perspectiva completamente distinta, cuyo objetivo principal es que el lector reflexione sobre dichos asuntos. Para ello, el autor utiliza como protagonistas a tres perros: Odín, Enmanuel y John-John. Estos aparecen en escena sin que sepamos nada de ellos, pero poco a poco los iremos conociendo a través de sus propios comentarios y críticas.


Entre ellos dialogan y ponen de manifiesto ciertas cuestiones que cualquier persona ha pensado alguna vez. El hecho de que sean perros, hace que nos pongamos en su piel y nos replanteemos dichas preguntas desde cero, dándonos cuenta de la importancia que tienen. Somos muchos los que nos preguntamos ciertas incógnitas de las que no encontramos una certeza absoluta, como la siguiente:

ENMANUEL Detrás de esa puerta. ¿No oyes como un rezo? ¿No hay alguien rezando?
JOHN-JOHN Yo no oigo nada
ENMANUEL ¿Tú crees en  Dios?
JOHN-JOHN ¿?
ENMANUEL Si Casius te plantea el tema “Dios”, ¿has pensado qué contestar?

Como acabamos de ver, estos personajes muestran las mismas preocupaciones que las personas y, por tanto, los mismos defectos, como la competitividad, la violencia y la superioridad, entre otros. La superioridad o la figura de poder en esta obra está representada por el humano, pero sobre todo por Casius. Él es quien se comunica con el humano y el que manda sobre los perros, es decir, a quien deben obedecer. Esta situación no es difícil ya que, en gran medida, él encarna el tipo de vida que quieren seguir, sobre todo John-John:

JOHN-JOHN Yo le admiro a usted, señor. Quiero ser como usted.
CASIUS ¿Quiere ser como yo? ¿Me ha mirado bien, muchacho? (…) ¿Puede creer que un día fui una bola de pelo a la que acariciaban los niños? Hoy doy miedos a los niños.  Hoy yo mismo me doy miedo… (Silencio).

Aunque los temas de la violencia y de la competitividad no siempre están relacionados en la vida real, en esta obra parecen ir de la mano. Esa actitud la podemos ver perfectamente en el personaje de Odín, ya que es egoísta y solo pretende conseguir el beneficio propio. En lugar de superarse a sí mismo con el objetivo de que gane el mejor, prefiere sabotear a los demás y crear conflictos entre ellos para poder ser él quien destaque. Su carácter persuasivo tiene mayor efecto sobre John-John, porque Enmanuel se caracteriza por su firme pensamiento ético y moral.

ODÍN (…) ¿Qué te pide tu instinto?
JOHN-JOHN Matarlo.
ODÍN Quiero verlo a tus pies, con el cuello partido, desangrándose.
JOHN-JOHN Sí. ¡Sí!
ODÍN No te precipites. Cuando esté desprevenido, te lanzas sobre él como un relámpago.
JOHN-JOHN Como un relámpago.
ODÍN No olvides que es un perro listo. No dejes que te líe. Demuéstrale que tú eres más listo que él. Ahí vienen. Ya sabes, como un relámpago.


El personaje de Enmanuel es el que más llama la atención por ser diferente al resto, tiene un pensamiento distinto: Da las respuestas más coherentes y las que el lector espera que dé por ser el perro más sensato. Parece ser el elegido pero en su diálogo con el humano vemos la diferencia de principios y cuál será la trágica consecuencia de Enmanuel:

Humano (…) Pero la libertad tiene un precio. Ese precio lo pagamos nosotros, en nuestros corazones. Y lo seguiremos pagando hasta que llegue la paz. Al mundo y a nuestros corazones. Es nuestro sueño: la paz perpetua.
Hace una señal a John-John y a Odín, que van hacia la puerta B. (…) Atacan a Enmanuel.

Con la finalidad de relacionar el texto con la actualidad, sería recomendable citar un fragmento del mismo, en el que el autor hace una crítica a la sociedad a partir del personaje de John-John: 
Lección cuarenta y uno: “Una manifestación mal resulta / bien se convierte en revuelta”. Te enseñan a ser persuasivo, a que utilices la violencia como último recurso. Lección treinta y nueve: “Si sabes enseñar los dientes, / no precisas morder gentes”
Podríamos interpretar que las fuerzas de seguridad del estado saben la teoría de cómo actuar en dichas situaciones y cómo a veces no se lleva a la práctica.



Bibliografía: MAYRGA Juan, La paz perpetua, Introducción de Manuel Barrera Benítez, Ediciones. KRK A Escena, Oviedo 2009