El fragmento que vamos a comentar a continuación, pertenece a la obra de Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas, concretamente se sitúa en la jornada III, momento en el que Don Álvaro realiza un monólogo donde expresa sus sentimientos.
Dicho monólogo está introducido por una acotación teatral, que nos
presenta el lugar en que se encuentra el protagonista, su vestimenta y cómo va a expresarse, adelantándonos así el amargo tono de la situación.
En su
monólogo interno, Don Álvaro comienza quejándose de su trágica vida y su
destino. Y hace una reflexión sobre la vida de los felices y de los
desventurados. Explica que el destino castiga con una vida corta a los
afortunados que saben y quieren disfrutarla y que, por el contrario, los
infelices que buscan terminar sus días, sufren más tiempo en la tierra:
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más
amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida”
Él se considera un infeliz. Tiene una vida vacía, la cual desea que acabe, pero el
destino no se lo permite aunque se esfuerce en conseguirlo. El futuro del
protagonista siempre ha estado escrito, al igual que el sino decide que tenga
una vida llena de desgracias, también decide la hora en que morirá.
Si aquel
día de placer
(que uno solo he disfrutado),
Fortuna hubiese fijado,
¡cuán
pronto muerte precoz
con su guadaña feroz
mi cuello hubiera segado!
En estos
versos anteriores, el protagonista hace referencia al día que pasó con su amada
Leonor, insiste apenado en que solamente ha disfrutado un solo día de su larga
vida, y que si aquella felicidad hubiese
durado algo más, la muerte hubiera acabado con él.
Entre los
versos 931 y 960, hace un repaso de ese pasado oscuro que nadie conoce de él,
debido al cual, el marqués de Calatrava se opuso al casamiento con su hija. Tan
solo recordar a Leonor y el día que compartió con ella, le causa dolor y
melancolía, porque solo con el hecho de estar juntos hubiera cambiado su desgraciada
existencia.
¡Noche en que vi de repente
mis breves dichas huir!
Socórreme,
mi Leonor,
gala del suelo andaluz,
que ya eres ángel de luz
junto al trono del
Señor
Don Álvaro está
desesperado y pide auxilio a Leonor para que le lleve con ella, ya que él cree
que su amada está muerta, es por eso que su existencia se le hace más eterna. Él
quiere acabar con su desdicha y morir para estar junto a su amada, la única que
le ha hecho feliz. Su situación y el resto de personas que le rodean, para él
son indiferentes.
La teoría
que él explica al principio, se cumplirá al final de la obra. Pues,
en el momento que ve a Leonor con vida, se siente feliz y cree poder empezar de
nuevo; el destino se lo arrebata y hace que los dos amantes mueran.
Lo que
expresa Don Álvaro durante todo el monólogo es un pesar constante por una
vida infeliz que no acaba, una tristeza que solo su amada puede aliviar y la impotencia ante un destino inalterable. Sin
embargo, su sufrimiento está escrito y debe cumplir con esa pena el resto de
sus días.
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