En la
jornada V de Don Álvaro o la fuerza delsino, Don Alfonso, el hermano de Doña Leonor, consigue dar con el paradero
de Don Álvaro, quien se encontraba en el monasterio de Los Ángeles bajo la
identidad de “Padre Rafael”.
Esta es la
jornada en la que se desvela el final de la historia y en la que encontramos
diversos rasgos satánicos, los cuales nos conducen a ese desenlace fatal de la
obra. Para analizar y comentar cada uno de ellos, podríamos empezar por orden
de aparición en el texto; desde la escena III a la última.
La primera
referencia directa al infierno la encontramos en boca de Don Alfonso, en el
momento en el que llega al monasterio
en busca de su enemigo y pregunta por Padre Rafael, sin saber que en ese lugar
hay dos con el mismo nombre, dice para resolver la duda: “El del infierno”. Es la primera
vez que se menciona esa palabra aunque de ahí en adelante,
la referencia a ese mundo será constante a través de los dos personajes.
El personaje de Don Alfonso está lleno de ira y tiene sed
de venganza por el asesinato de su padre y su hermano, y por la deshonra
familiar debida a los amantes Don Álvaro y Doña Leonor. Al principio del
diálogo con Don Álvaro parece llegar a encarnar al propio diablo:
¿No encontráis en mi
semblante
rasgo alguno que os recuerde
de otro tiempo y de otros males?
¿No palpita vuestro pecho,
no se hiela vuestra sangre,
no se anonada y confunde
vuestro corazón cobarde
con mi presencia?... O por dicha,
¿es tan sincero, es tan grande,
tal vuestro arrepentimiento,
que ya no se acuerda el Padre
Rafael, de aquel indiano
don Álvaro, del constante
azote de una familia
que tanto en el mundo vale?
¿Tembláis y bajáis los ojos?
Alzadlos, pues, y miradme.
de otro tiempo y de otros males?
¿No palpita vuestro pecho,
no se hiela vuestra sangre,
no se anonada y confunde
vuestro corazón cobarde
con mi presencia?... O por dicha,
¿es tan sincero, es tan grande,
tal vuestro arrepentimiento,
que ya no se acuerda el Padre
Rafael, de aquel indiano
don Álvaro, del constante
azote de una familia
que tanto en el mundo vale?
¿Tembláis y bajáis los ojos?
Alzadlos, pues, y miradme.
Aquí Don Alfonso se
muestra desafiante. Es un momento que lleva esperando cinco años y se siente
poderoso y superior a Don Álvaro. Tal como hemos dicho antes, parece encarnar
la figura del demonio y de quien juzga. Pues en la segunda pregunta, está
describiendo la sensación de la persona que ve por primera vez a Satán “No
palpita vuestro pecho, no se hiela vuestra sangre…?”.
Más tarde Don Álvaro
le responderá con disculpas y temiendo la reacción airada de Don Alfonso. En
esta parte del diálogo es notable la diferencia de roles entre ambos y, por
tanto, la resignación de Don Álvaro y aceptación del infierno:
¿Qué hiciste?... ¡insensato!
ya
tu sentencia es segura:
hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.
hora es de muerte, de muerte.
El infierno me confunda.
El ambiente satánico
que observamos en esta jornada, no solamente se transmite por las acciones de
estos dos personajes, sino también gracias al Hermano Melitón e incluso a las
acotaciones, ya que nos describen un ambiente lúgubre cuando se van a enfrentar
los dos enemigos:
¡Al infierno!... Buen viaje
También
que era del infierno
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje.
dijo, para mi gobierno,
aquel nuevo personaje.
Escena IX: (…) el cielo representará el
ponerse el sol de un día borrascoso, se irá oscureciendo lentamente la escena y
aumentándose los truenos y relámpagos, DON ÁLVARO y DON ALFONSO salen por un
lado.
El siguiente fragmento
es el más claro ejemplo de la encarnación de Don Alfonso como el diablo, quien
va a tomar la justicia por su mano. La superioridad de este y su reconocimiento
a la acusación que le hace Don Álvaro bastan para intuir un trágico final:
DON ÁLVARO:
Hombre, fantasma o demonio,
que ha tomado humana carne
para hundirme en los infiernos,
para perderme..., ¿qué sabes?
DON ALFONSO:
Corrí el Nuevo Mundo... ¿Tiemblas?
Vengo de Lima... Esto baste.
Otro símbolo que puede
ser considerado una provocación satánica es el hecho de unir la palabra “heces”
con el término sagrado “cáliz”. En estos versos pronunciados por Don Álvaro,
observamos su grado de rebeldía con este ejemplo:
Ahora tienes que escucharme,
que has de apurar, ¡vive el cielo!,
hasta las heces el cáliz.
Finalmente, cuando
muere Don Alfonso y Doña Leonor, Don Álvaro se suicida tirándose desde un
acantilado vestido con los ropajes del “Padre Rafael”; se trata quizás de la
simbología más satánica de la obra, tan solo con el hecho de imaginarse dicha
imagen. Don Álvaro está cansado de que solo le sucedan desgracias debido a su
sino trágico, entonces, decide suicidarse como supremo acto de rebeldía
satánica contra la sociedad, el mundo e incluso Dios, pues todos le han negado
su ayuda.
DON ÁLVARO.- (Desde
un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice.) Busca, imbécil,
al padre Rafael... Yo soy un enviado del infierno, soy el demonio
exterminador... Huid, miserables.
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TODOS.- ¡Jesús, Jesús!
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DON ÁLVARO.- Infierno, abre
tu boca y trágame! ¡Húndase el cielo, perezca la raza humana; exterminio,
destrucción...! (Sube a lo más alto del monte y se
precipita.)
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